Estamos de fútbol. La fiesta de la Eurocopa alerta a los hinchas y fanáticos, a escala planetaria, del deporte que utiliza una número cinco para ejecutarse. Algunos de estos seguidores ya hemos sufrido las primeras decepciones... y cuesta volver a la rutina del trabajo tras ver al equipo "de uno" (y eso que no soy Abrahamovic) perder de forma desastrosa. Y alegranse mis tardes cuando veo que, de pronto, parece que el sol sale tras de un estadio cuando gana la selección de mis amores.
Sí, tengo varios amoríos en esta historia. Peeeeero... cada uno a su modo. No se les quiere a todos por igual. Pero siempre recuerdo el epígrafe de uno de mis libros favoritos, El fútbol a sol y sombra (algunos capítulos aquí), de Eduardo Galeano:
Han pasado los años, y a la larga he terminado por asumir mi identidad: yo no soy más que un mendigo de buen fútbol. Voy por el mundo sombrero en mano, y en los estadios suplico: -Una linda jugadita por el amor de Dios. Y cuando el buen fútbol ocurre, agradezco el milagro sin que me importe un rábano cuál es el club o el país que me lo ofrece.
Por suerte todavía aparece por las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que se sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad.
Definitivamente, no puedo ser atea de esta religión. Solo me alejé por un tiempo, pero he vuelto a caer en sus redes. No me retiro ahorita porque hay partido en la tele, sino porque debo ir a trabajar para estar lista cuando llegue la hora de ser fútbol sentada o parada junto a gente que a veces una ni conoce, pero con la que se une en celebrar que la vida nos regala esta pasión.
¡¡¡Feliz Eurocopa!!!
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