Se abrió el telón del teatro Presidente otra vez. Los lazos rojos que colgaban del techo hacia los lados presagiaban la fiesta. Cuando la Orquesta Sinfónica Nacional se sube a este escenario, todo es negro y blanco; pero la noche del miércoles era distinta. Esa vez, los músicos están listos para tocar de nuevo bajo la batuta de German Cáceres, pero el público sabía que habría más. Esos lazos lo confirmaban.
Los aplausos acompañaron la entrada del salvadoreño Ricardo Pozo, guitarrista. Entonces, comenzó el Concierto para Guitarra y Orquesta “Quasi una fantasia”, del suizo Hans Haug; eran las 7.52 de la noche. La labor de Pozo, en palabras de su maestro Walter Quevedo, “es digna de mérito”. Casi media hora más tarde, los aplausos despiden al solista y al estreno continental de esta obra.
Luego, anunciaron Carmina Burana, del alemán Carl Orff, y de paso pidieron que únicamente se aplaudiera al final de sus 25 piezas. A las 8.23 se volvió a abrir el telón. Igual que hace dos años, en primer plano estaba la Compañía Ballet de El Salvador; en segundo, los solistas: la soprano Lucía Sandoval, el contratenor Mauricio Iglesias y el barítono Julio García Polanco. La Orquesta Sinfónica Nacional (OSN) en pleno, en tercer plano, y en cuarto, los cuatro coros: el Nacional y el del Centro Nacional de Artes (CENAR), y los de niños, del Liceo Salvadoreño y del Santa Cecilia. Solo estos últimos eran 160 personas; es decir, que eran cerca de 230 personas sobre el escenario (más de 70 más que la vez anterior).
Y comenzó la historia. La Fortuna (Diana Aranda) abre el relato, y tras ella viene La Primavera, en la que Flora (Irina Flores) conoce a su amor, Febo (Álex Cornejo). Junto a cinco parejas más, los principales disfrutan de la estación que trae al cálido sol y a los colores radiantes, y que da fin a la tristeza.
Sin embargo, La Fortuna se lleva a Febo a que conozca otro lado de la vida: En la Taberna. Ahí El Cisne (Stephan Moys), que está siendo rostizado, pide misericordia hacia él. Inmediatamente después aparece El Espíritu (Erick González), quien encarna parte la sátira sobre los placeres y los ritos religiosos. Para entonces, Sandoval, Iglesias y García habían hecho gala de sus voces, y la orquesta, bajo la guía de Cáceres, le daba su propio ritmo a la cantata escénica, muy suelto y a la vez con la calma necesaria.
Y entonces comienza la última parte, La Corte del Amor. La soprano, con sus tres solos, impacta al teatro. Luego, todos los bailarines vuelven a escena, a vibrar con el triunfo del amor sobre La Fortuna: es el tiempo del júbilo. Todos los coros se unen; algunos de los niños hasta se vuelven a levantar, y sin ver sus partituras cumplen a cabalidad su papel. La orquesta acompaña con pocos instrumentos, para entrar con fuerza al O Fortuna. Este, que vuelve a sonar a las 9:40, cierra el círculo. Los aplausos de más de mil personas, durante cinco minutos, homenajean a los bailarines, a los solistas y a los coros, a la orquesta, y a los artífices de este esfuerzo.
La Temporada Sinfónica, por su parte, apenas comienza. La historia se repitió anoche, y la próxima semana la OSN preparará ya su segundo concierto del año.
“Carmina Burana tiene la peculiaridad de que puede ser tocada solo por flauta dulce, pero la complejidad está en la riqueza de la armonía y de la instrumentación”, Julio García Polanco, barítono y director del Coro Nacional y del Coro del CENAR
“La combinación de las dos piezas le dio el verdadero carácter de un concierto”, Walter Quevedo, guitarrista
“La combinación de las dos piezas le dio el verdadero carácter de un concierto”, Walter Quevedo, guitarrista
2 comentarios:
Vivan las disciplinas y su loquera de hacer matrimonios y tríos. Rico, me gustó. Gracias, estuve ahí con tus letras.
Por cierto, gracias a vos por transportarte. Estuvo chivo y lleno, así que si tenemos suerte habrá cosas así más seguido. ¿Creés que tenemos suerte?
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