miércoles, 21 de mayo de 2008

Más porqués incómodos


Duele El Salvador, duele.

No duele. Bueno, sí duele, pero solo porque se sabe que esos porqués son lo suficientemente ciertos como para quitarle a uno el sueño. Y mi intención solo es agregar un par más a una lista bastante acertada de lo que puede rondar en las cabezas de algunos de los que habitamos estos 20 mil y tantos kilómetros cuadrados. (No creo que sea más fácil preguntar, solo aclaro: duele quizás más sentir que no hay una respuesta esperanzadoramente real.)

Por qué no hay transporte público nocturno, ni tarifas especiales para que los usuarios puedan ahorrar o asegurar su idas y venidas por estas calles.

Por qué no hay diversidad de carreras universitarias ni de postgrados. Por qué no puedo estudiar aquí lo que yo quiero estudiar.

Por qué las calles son tan pequeñas que no caben las dos filas de carros parqueados (una en cada sentido) y dos carriles más para circular.

Por qué nuestro Teatro Nacional sigue cerrado.

Por qué no hay espacios públicos seguros donde podamos caminar.

Por qué el centro de la capital no es humanamente habitable ni transitable.

Por qué se hace una orquesta sinfónica juvenil centroamericana y no hay un salvadoreño en ella.

Por qué tengo la sensación de que para poder vivir la vida que quiero debo irme de aquí.

¿Por qué?

miércoles, 14 de mayo de 2008

Una noche serena

Cuando un amigo de toda la vida celebra algo, uno no falta a la fiesta. Al menos, hace todo lo posible por estar ahí, aunque llegue directo del trabajo, o invierta ahí su noche de su día libre, o sepa que andará trasnochado la mañana siguiente. Y uno hace un espacio en su agenda desde que sabe la noticia. Sí, sé que Miguel Bosé no es mi amigo en el sentido más exacto... pero no sabe cuántas cosas ha vivido conmigo desde hace muchos, muchos años... casi los que tengo de vida.

Por eso sabía que al volver de su concierto, con el que celebra sus 30 años de carrera, dejaría aquí una nota para hacer constar que estuve ahí. Que grité cada canción y agradecí por lo que esas palabras y esos ritmos me han visto crecer. Y también agradecí la compañía que, en silencio, miraba al escenario, y la otra que no paraba de cantar, y la que estaba más allá... y la del que estaba sentado entre las sillas blancas. Y la de ese montooooooón de gente que se sentaba con "La belleza" y se paraba con "Amante bandido", esa gente que brincó cuando Bosé levantó la mano e indicó "1 más"... esa gente que no se movió hasta que volvió a ver ese gesto dos veces más.

Fue una buena fiesta, un largo viaje que atravesó tres décadas. Con muchas luces y muchas imágenes que no solo venían de las pantallas laterales o del escenario principal. Fue como estar parada (o sentada) de noche frente al mar ("tan increíblemente grande, tan inmenso"). Era una noche serena, y yo estaba viendo hacia el mar.